¿Qué es una Fistula Anal?
Una fístula anal es el término médico para un túnel infectado que se desarrolla entre la piel; y la abertura muscular al final del tubo digestivo (ano).
La mayoría de las fistulas anales son el resultado de una infección que comienza en la glándula anal.
ABSCESO
Esta infección causa un absceso que drena espontáneamente; o debe drenarse quirúrgicamente a través de la piel cerca del ano.
Luego, la fístula forma un túnel bajo la piel y se conecta con la glándula infectada. Generalmente es necesario realizar una cirugía para tratar una fístula anal.
Como prevenir la Fistula Anal
Te brindamos algunas recomendaciones para prevenir problemas de fistulas perianales.
Come alimentos con alto contenido de fibra.
Consume más frutas, vegetales y cereales integrales para ablandar las Heces y aumentar su volumen.
Higiene correcta de la zona anal.
Realizar una correcta higiene del área anal, después de ir al baño. Procura hacerlo con papel higiénico suave al tacto.
Bebe Bastante líquido durante el día.
Bebe de seis a ocho vasos de agua y otros líquidos (que no sean bebidas alcohólicas) por día para ayudar a que las heces sean blandas.
Hacer ejercicio con frecuencia.
Mantente activo para ayudar a evitar el estreñimiento y reducir la presión sobre las venas, que puede producirse cuando pasas mucho tiempo de pie o sentado.
Emplear medidas profilácticas en la zona rectal.
Llevar a cabo tus prácticas sexuales, con medidas higiénicas y preventivas adecuadas para evitar fistulas.
Evitar el sedentarismo o inactividad.
Realizar actividad física fortalece el sistema inmune evitando de este modo que se genere una fistula anal.
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Preguntas Frecuentes
Síntomas de la Fistula Anal
Los síntomas más frecuentes por los que una persona con fístula anal consulta al médico son el dolor en la zona del ano; y la presencia de pus o drenaje de alguna secreción maloliente.
En muchas ocasiones estos individuos han consultado previamente por infecciones de la zona o verdaderos abscesos. O han presentado dolor y secreción de pus durante un tiempo largo; pero no han consultado porque los síntomas eran intermitentes o por pudor.
El dolor es variable en intensidad, pudiendo acentuarse al defecar; al sentarse; o en otras ocasiones al toser o estornudar por el aumento de presión que generan estas situaciones.
Como diferencia de otras patologías de esta región, el dolor generado por abscesos o fisuras suele ser más intenso; a parte de presentar un bulto rojo y duro en el caso de los abscesos.
Se pueden apreciar los orificios externos de la fístula anal, a veces varios, por donde expulsa contenido purulento; maloliente; a veces incluso fecaloideo (vómito de material fecal).
Irritación de la piel perianal
Esta secreción habitualmente es causante de irritación de la piel perianal, presentando picor; escozor y enrojecimiento de la zona.
Cuando el médico explora digitalmente la zona anal y rectal puede identificar qué tipo de fístula anal es atendiendo; a la clasificación descrita al inicio (Interesfintéricas, transesfintéricas, supraesfintéricas, extraesfintéricas)
En función de la relación con el esfínter externo e interno; así como estimar la longitud y complejidad del trayecto fistuloso.
Causas de la fistula anal
En general, una fístula anal puede estar originada por la presencia de algún tipo de herida; una lesión producida durante una cirugía, una infección o una inflamación.
La obstrucción de una glándula es la situación que más comúnmente se asocia a la formación de fístulas anales.
La acumulación de cualquier líquido en una cavidad corporal favorece la aparición de infecciones; de modo que si el producto de secreción de las glándulas anales no encuentra una vía de salida.
Es muy probable que las bacterias entéricas (flora bacteriana que se encuentra en el intestino de los individuos sanos); provoquen en poco tiempo una infección.
El peligro de la fístula anal; es que en seguida comenzará a producirse y acumularse pus; formándose un absceso (lesión muy localizada.
Caracterizada por la acumulación de pus en su interior); que por lo común terminará drenando en algún punto del ano. Esta es la causa en aproximadamente el 80-90% de los casos.
Los abscesos en esta zona pueden formarse también por la infección de una fisura anal (pequeña ruptura en la mucosa que cubre el ano); o una infección transmitida por contacto sexual.
Diagnostico
Al paciente que acuda a consulta con molestias que puedan hacer sospechar la presencia de una fístula anal, se le realizará en primera instancia un examen físico.
El facultativo buscará la presencia de abscesos y de aperturas en la piel que evidencien la existencia de una fístula anal. Normalmente se observará una zona de piel enrojecida y dolorosa al tacto. Si se halla, se tratará de definir su recorrido y profundidad con la ayuda de una sonda.
La presencia de fístulas no siempre es evidente, puesto que la lesión no tiene porque encontrarse en la superficie de la piel.
Por ello, en ocasiones es preciso realizar un tacto rectal y observar el canal anal y el recto con la ayuda de un anoscopio; este instrumento es un tubo corto y rígido con una luz en el extremo, que permite observar el interior de la cavidad y tomar muestras.
Un punto importante en el diagnóstico de un fístula anal es encontrar su origen.
Puesto que existen otras patologías que secundariamente pueden dar lugar a la aparición de abscesos y fístulas, para determinar si la causa subyacente es, por ejemplo, algún tipo de cáncer, enfermedad de Crohn u otra patología.
Se procederá a realizar un examen con sigmoidoscopio (sigmoidoscopia). Este instrumento es un tubo largo y flexible que permite ver el intestino grueso hasta 60 cm hacia el interior desde el ano.
En otras ocasiones tiene utilidad la ecografía anal o endoanal mediante una sonda giratoria para precisar el trayecto, recorrido, presencia de otros trayectos secundarios y colecciones de pus.
En la actualidad también se dispone de la resonancia magnética para obtener información sobre las características de la fístula o fístulas y su complejidad, así como la presencia de complicaciones adyacentes. Se puede utilizar también el TAC si se le añade contraste para complementar el estudio.
Tratamiento
El único tratamiento de la fístula anal eficaz para aquellos pacientes que la sufren es la intervención quirúrgica.
Mediante este procedimiento se pretende eliminar de forma definitiva la fístula y corregir las alteraciones que hayan podido aparecer como consecuencia de la misma.
Sin comprometer la continencia anal. La desaparición de la fístula implica la desaparición de las molestias dolorosas asociadas, la inflamación, supuración…
En función del tipo de fístula, su trayecto, profundidad, etcétera, podrán realizarse distintos tipos de intervención.
Fistulotomía: consiste en la apertura y vaciamiento del trayecto fistuloso tratando además de asegurar una cicatrización lo más eficiente y rápida posible. Fistulectomía: este procedimiento implica la extirpación completa del trayecto fistuloso. El inconveniente respecto a la técnica anterior es que da lugar a heridas de mayor tamaño y, por tanto, la cicatrización es más lenta y costosa. Sedal o seton: existen tres variantes de esta técnica en función del objetivo de la intervención. Seton cortante: el objetivo de esta modalidad es la eliminación de la fístula. Se realiza pasando a través de la misma una seda quirúrgica que se aprieta paulatinamente para que la seda seccione el esfínter pero a la vez este tenga suficiente tiempo como para ir cicatrizando. Seton de drenaje: se realiza para drenar el pus o detritus de la fístula; de este modo se evitará la formación de un nuevo absceso. Esta seda será colocada a través de la fístula, y una vez completado el proceso de drenaje permite la reparación quirúrgica ya en ausencia de infección. Seton guía: se coloca de la misma manera que la anterior. Su función es la de mantener permeable el trayecto fistuloso hasta que el paciente pueda ser intervenido de forma definitiva. Este método suele emplearse en pacientes con abscesos perianales de repetición, en los cuales no puede identificarse el punto donde se encontraba el absceso, puesto que no queda secuela del trayecto fistuloso. En el caso de las fístulas anales relacionadas con la enfermedad de Crohn el abordaje inicial no es la cirugía; sino el manejo con antibióticos del tipo metronidazol, para evitar el quirófano, así como reforzar el tratamiento sistémico de la enfermedad con inmunosupresores tipo azatioprina o agentes biológicos como adalimumab o infliximab.
Se recurre a las técnicas descritas anteriormente si estos fracasan.
Para alivio del dolor previo y posterior a la intervención serán útiles los analgésicos y antiinflamatorios comunes, y es importante conseguir una defecación no dolorosa mediante una correcta hidratación y un aporte adecuado de fibra a la dieta.